Un legado de risa y amor por el arte.
Aurelio Atayde García “Bellini”
Un personaje que iluminó con su ingenio y talento a numerosas generaciones, dejando una huella imborrable en el corazón de quienes lo vieron actuar. Hablamos de Aurelio Atayde García, mejor conocido como Bellini.
Un legado de risa y amor por el arte.
Aurelio Atayde García “Bellini”
Un personaje que iluminó con su ingenio y talento a numerosas generaciones, dejando una huella imborrable en el corazón de quienes lo vieron actuar. Hablamos de Aurelio Atayde García, mejor conocido como Bellini.
“Reconocido como El mejor payaso mexicano, por la prensa extranjera”
Bellini llevó su arte más allá de las fronteras, ganándose el respeto y la admiración de críticos y espectadores por igual.
“Reconocido como El mejor payaso mexicano, por la prensa extranjera”
Bellini llevó su arte más allá de las fronteras, ganándose el respeto y la admiración de críticos y espectadores por igual.

“Bellini“, fue un nombre que adoptó por el cariño que profesaba a las personas llamadas Aurelio y que, con el tiempo, se convirtió en sinónimo de alegría y maestría circense. Hijo de don Manuel Atayde, y nieto de Aurelio Atayde, fundador de una dinastía que transformó el entretenimiento en México, Bellini emergió desde muy joven como un prodigio de la acrobacia y la comedia, destacándose en disciplinas como las barras y los trapecios leotares, estos últimos nombrados en honor a Jules Léotard, el legendario acróbata francés que en 1859 revolucionó el mundo del circo con su trapecio volante.
Aunque nació en Venezuela, sus raíces mexicanas fueron siempre un sello distintivo, ya que sus padres lo registraron en el consulado de México en aquel país, otorgándole así la nacionalidad que llevaría con orgullo toda su vida. Bellini no era solo un payaso; era un artista completo, un hombre que transformaba su seriedad en risas y su elegancia en complicidad con el público. Su imagen, siempre acompañada por su inseparable perra de trapo, se convirtió en un ícono de ternura y humor. Con su bigote característico y un aire de galán de cine, Bellini cautivaba no solo por su destreza en el escenario, sino también por su carisma y su capacidad para conectar con personas de todas las edades.
Reconocido por la prensa extranjera en México como el mejor payaso mexicano de su época, Bellini llevó su arte más allá de las fronteras, ganándose el respeto y la admiración de críticos y espectadores por igual. Su talento único y su capacidad para reinventar el humor circense lo consolidaron como una figura insuperable en el mundo del espectáculo.
Bellini fue mucho más que un artista; fue el alma del Circo Atayde, un pilar fundamental de su espectáculo y un símbolo de la grandeza de este legado familiar. Su presencia en la pista era mágica, una combinación perfecta de gracia, humor y audacia que dejaba al público con la boca abierta y el corazón lleno de alegría. A lo largo de su carrera, Bellini no solo hizo reír, sino que también inspiró a generaciones de artistas, demostrando que el circo es un arte que trasciende el tiempo y las fronteras.
Hoy, su legado perdura como un testimonio del poder de la risa y la dedicación. Bellini no fue solo un payaso; fue un maestro, un innovador y, sobre todo, un hombre que supo convertir su pasión en un regalo para el mundo. Su nombre sigue resonando en cada función, en cada risa y en cada momento de magia que el Circo Atayde continúa brindando.


“Nuestros valores nos guían para mantener nuestra promesa de excelencia, asegurando que cada experiencia sea tan extraordinaria como inolvidable”
“Un payaso no hace reír porque sea feliz; hace reír porque quiere que los demás lo sean.”
“Bellini“, fue un nombre que adoptó por el cariño que profesaba a las personas llamadas Aurelio y que, con el tiempo, se convirtió en sinónimo de alegría y maestría circense. Hijo de don Manuel Atayde, y nieto de Aurelio Atayde, fundador de una dinastía que transformó el entretenimiento en México, Bellini emergió desde muy joven como un prodigio de la acrobacia y la comedia, destacándose en disciplinas como las barras y los trapecios leotares, estos últimos nombrados en honor a Jules Léotard, el legendario acróbata francés que en 1859 revolucionó el mundo del circo con su trapecio volante.
Aunque nació en Venezuela, sus raíces mexicanas fueron siempre un sello distintivo, ya que sus padres lo registraron en el consulado de México en aquel país, otorgándole así la nacionalidad que llevaría con orgullo toda su vida. Bellini no era solo un payaso; era un artista completo, un hombre que transformaba su seriedad en risas y su elegancia en complicidad con el público. Su imagen, siempre acompañada por su inseparable perra de trapo, se convirtió en un ícono de ternura y humor. Con su bigote característico y un aire de galán de cine, Bellini cautivaba no solo por su destreza en el escenario, sino también por su carisma y su capacidad para conectar con personas de todas las edades.
Reconocido por la prensa extranjera en México como el mejor payaso mexicano de su época, Bellini llevó su arte más allá de las fronteras, ganándose el respeto y la admiración de críticos y espectadores por igual. Su talento único y su capacidad para reinventar el humor circense lo consolidaron como una figura insuperable en el mundo del espectáculo.
Bellini fue mucho más que un artista; fue el alma del Circo Atayde, un pilar fundamental de su espectáculo y un símbolo de la grandeza de este legado familiar. Su presencia en la pista era mágica, una combinación perfecta de gracia, humor y audacia que dejaba al público con la boca abierta y el corazón lleno de alegría. A lo largo de su carrera, Bellini no solo hizo reír, sino que también inspiró a generaciones de artistas, demostrando que el circo es un arte que trasciende el tiempo y las fronteras.
Hoy, su legado perdura como un testimonio del poder de la risa y la dedicación. Bellini no fue solo un payaso; fue un maestro, un innovador y, sobre todo, un hombre que supo convertir su pasión en un regalo para el mundo. Su nombre sigue resonando en cada función, en cada risa y en cada momento de magia que el Circo Atayde continúa brindando.

“Un payaso no hace reír porque sea feliz; hace reír porque quiere que los demás lo sean.”